A cargo del hijo del escultor D . RAMÓN SANTIAGO DE MURIEDAS SENAREGA , licenciado en derecho y experto en coaching de personal. Hizo la presentación D. LUIS RUBIO BARDÓN, vicepresidente del Ateneo Jovellanos.
En 1970, Gijón colocaba mirando al mar la primera obra escultórica de lenguaje moderno instalada en un espacio público: “La madre del emigrante”. Esta obra, cargada de simbolismo, intenta plasmar el sufrimiento de todas esas madres asturianas que vieron, y ven, partir a sus hijos en busca de una vida mejor sin saber siquiera si volverían a reencontrarse. Su inconfundible perfil ha llevado a que los gijoneses la llamemos , cariñosamente, la LLoca del Rinconín .
Su autor Ramón de Muriedas y Mazorra (Villacarriedo 1938-Santander, 2014), fue un conocido escultor de gran transcendencia y éxito en el panorama artístico de su época. Alcanzó su máximo reconocimiento entre las décadas de los sesenta y los noventa.Obtuvo con su trabajo numerosos galardones nacionales e internacionales; su obra forma parte de importantes museos y colecciones privadas repartidos por todo el mundo.
Ramón de Muriedas Senarega es Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y Diplomado en Derecho por la Universidad del Havre, en Francia. Master en Dirección de RRHH y habla tres idiomas. Ha residido dos años y medio en Francia y casi dos en el Reino Unido. Está certificado como Coach ACC por la International Coach Federation. Está especializado en coaching personal con empresarios o directivos que han superado una enfermedad grave.
Además es un apasionado del Arte y gestiona y dirige el legado artístico del escultor Ramón Muriedas.
Noticia publicada por AIDA COLLADO en el diario EL COMERCIO:

El padre de la Lloca retorna a Gijón
La familia proyecta una exposición, con el apoyo del Ayuntamiento y EL COMERCIO
'La madre del emigrante'. La Lloca de El Rinconín. Una de las figuras más reconocibles y, aunque costó, más reconocidas de la escultura urbana de Gijón. Su autor, Ramón Muriedas, creó sin saberlo un elemento clave en la ruptura con el arte tradicional y en la decidida apuesta de la ciudad por la modernidad. Ha llovido, muchos se han ido y otros han vuelto desde aquel 1970. La lloca, denostada durante años y hoy icono indiscutible -no solo de la emigración de ultramar- continúa buscando, con su afligido semblante y la mano extendida hacia la mar. Con los años, se ha tornado evidente: Muriedas no fue todo lo aplaudido que debiera. La familia del escultor cántabro, fallecido hace cuatro años en Santander, planea ahora su vuelta a Gijón por la puerta grande. Para ello, trabaja con el Ayuntamiento y con el Aula de Cultura de EL COMERCIO en la puesta en marcha de una gran exposición, que recogerá una fiel representación de la obra del artista.
La Casa Natal de Jovellanos se baraja como posible sede de una muestra a la que la familia está dispuesta a enviar veinticinco obras de bronce, que reflejan la singularidad y sensibilidad de Muriedas. Aún no se conoce la fecha en la que los gijoneses podrán disfrutar de la exposición que, si se cumplen los planes de los impulsores de la iniciativa, abriría sus puertas este mismo año. La familia, la amistad y el amor fueron temas básicos en sus piezas, alguna de las cuales pueden contemplarse en el Museo Reina Sofía y en el de la Fábrica de la Moneda y Timbre de Madrid, en el Museo de Arte Contemporáneo de Río de Janeiro o en el MAS.
Entrevista publicada por ADRIÁN AUSÍN en el diario EL COMERCIO:

«Funciona como símbolo de cualquier tipo de emigración. Pero antes tenía más significado porque no volvían en treinta años»
El reencuentro con 'La Madre del Emigrante' resulta muy especial para Ramón Muriedas apenas tres horas antes de dar una charla en el Ateneo Jovellanos sobre la emblemática obra de su padre, a la que trata de dar, como albacea, el lustre que merece cuatro años después de su muerte.
-Estamos ante el 'Monumento a la Madre del Emigrante'. ¿Qué siente el hijo de Ramón Muriedas?
-Me emociono. Todo lo de mi padre me emociona. Porque veo la pieza, pero le veo a él. Mi caso tiene más densidad. Me voy a lo espiritual, a la parte emocional, a la carga familiar. Y luego... Que es él. Todas sus buenas características están ahí: elegancia, refinamiento, discreción, ingenuidad... Me supera un poco el asunto.
-También sentirá orgullo.
-Siento mucho orgullo. Pero voy a esa parte de él de sencillez y humildad; lo interno. Y lo externo. Veo que mucha gente que viene de Brasil, Argentina, México va a ver la escultura y habla de ella. La cosa va a ir a más y en eso también está lo que estoy haciendo: colocándole donde debe estar, catalogando su obra, divulgándola, haciéndole una página web (ramonmuriedas.com)... Se lo merece. Por la 'Madre del Emigrante' y por toda su obra maravillosa.
-Cuando su padre la concibió en 1970 por encargo del alcalde Ignacio Bertand usted no había nacido. ¿Recuerda su primera 'noticia' de su existencia?
-Él no hablaba de sus cosas. Era una persona sumamente discreta. Me daba un poco de rabia. Le iba preguntando yo. Lo hacía muy bien, era muy perfeccionista, pero no quería decir más. Un ejemplo es que ni exista esa foto suya con 'La lloca'. Ese misterio forma parte de su esencia como persona y de su grandeza. Daba valor a la pieza y no a él.
-Su padre pareció estar mucho tiempo dolido por la reacción adversa inicial. ¿Comentaba eso en casa?
-Ni en casa ni nada. Lo llevaba todo por dentro. Insisto: nunca hablaba de su trabajo. Fue un padre muy introvertido; también muy bromista. Lo puede corroborar mi primo Manolo, su ahijado, que le adoraba. La escultura es como si fuera algo sagrado para él. Se soltaba más con sus amigos. Por ejemplo, en la fundición con Rubio Camín o con los Torres Quevedo.
-De hecho, tuvo dos exposiciones posteriores en Gijón y en la primera, en el Barjola, ni la fue a visitar.
-No iba a ver las piezas porque era demasiado detallista, enseguida veía algo que le faltaba. La de Santander, 'El neptuno', quería hacerla nueva. Nunca estaba satisfecho. Quizá por eso no se acercaba.
-También declaró a EL COMERCIO, en su última entrevista, que le gustaría alargar 'La lloca' medio metro.
-Por ese mismo afán perfeccionista. Nunca contemplaba una obra como algo acabado.
-¿Le veía usted en plena faena en el taller?
-De pequeño, me llevaba mucho al estudio de Madrid. Tenía las obras tapadas con plásticos. Los quitaba con mucha suavidad y las mojaba para seguir modelando el barro. Recuerdo ver sus pinceles... Recuerdo 'Santa Teresa Jesús y Marilyn Monroe', una pieza que causó mucho impacto. Recuerdo 'Las mujeres voladoras'...
-El mayor desgarro de la 'Madre del Emigrante' se centra en la cabeza, desproporcionada, y en sus pies y manos. ¿Era propio del resto de su obra en aquellos años?
-De esa época sí. Luego ese desgarro desaparece y entra en un período más armónico. En los años 80 siguen siendo grandes, pero ya no tanto. Fue un proceso progresivo. Antes, en los 50, su estilo eran piezas más cuadradotas. Normalmente, él solía hacer piezas pequeñas, íntimas, con las que podías convivir en casa.
-¿Es quizá la obra que más transmite, la más trascendente, la más desgarradora, la más expresionista?
-Hombre, de esa época y a esa escala, sí. Puede considerarse que sí. Transmite además más emocionalidad que las otras dos versiones; la de Álvaro Pombo y la del emigrante de California. Tiene otra obra, 'El temblor', una pieza pequeña, de 1964, cuando estaba evolucionando, que puede guardar cierta similitud, pero es mucho más pequeña, de un metro. Y otra un poco posterior presentada en los premios nacionales también preciosa.
-¿Le molestaban los motes?
-No entraba en polémicas, era muy tolerante. Yo prefiero llamarla 'La Madre del Emigrante', pero si la gente dice 'Lloca' acepto todo. 'Muyerona' no me gusta tanto. Es más gracioso 'Lloca'.
-Nieto de emigrante, hijo de notario viajero, su padre representó a una mujer genérica que contempla la partida del hijo. Tenía la emigración bien acuñada en su ámbito familiar.
-Veo 'La madre' como un símbolo, una idea de salir de un entorno donde todo son comodidades a otro, a construir tu vida: algo que tiene costo, pérdida, desgarro, sacrificio.... Vale para cualquier tipo de emigración. Incluso solo para el concepto de irte de tu casa a una nueva ciudad. Para todos. Lo que pasa es que aquí tiene mucho significado. Antes igual no volvían en treinta años. Por eso es una imagen que ha tenido tanto éxito. Un símbolo extrapolable a cualquier persona. El sacrificio, la capacidad de esfuerzo, la lucha e, incluso, la necesidad de nadar... Aglutina muchas ideas, muchos ámbitos; no solo la emigración.
-¿Tiene pensado ya qué traerá a la exposición de Gijón?
-Serán piezas de la colección familiar, de colecciones privadas y del Reina Sofía. Mi idea es traer 25 piezas, que serán esculturas y medallas, ambas en bronce. Quiero traer lo mejor, como una 'Ofelia' preciosa o la versión de Álvaro Pombo. Espero que nos la ceda para la ocasión.
Crónica del acto publicada por A. AUSÍN en el diario EL COMERCIO:

El papel decisivo de Miguel García de Sáez para elegir a Muriedas
Lo eligió para el pabellón español en la Feria Mundial de Nueva York de 1964 y postuló su vanguardismo ante el alcalde Ignacio Bertrand
La presencia del 'Monumento a la Madre del Emigrante' en El Rinconín tiene un padrino oculto: Miguel García de Sáez y Tellechea (Pamplona 1920-Madrid 1982). Así lo reveló ayer Ramón Muriedas Senarega, hijo del autor, ante un expectante auditorio, en el Ateneo Jovellanos, donde pronunció la tercera charla del ciclo 'La escultura urbana en Gijón', organizado en colaboración del Aula de Cultura de EL COMERCIO. García de Sáez fue director general del Instituto Nacional de Emigración y comisario del pabellón español en la Feria Mundial de Nueva York de 1964, a la que llevó a su padre, un prometedor cántabro de 26 años que tras ese éxito celebraría su primera exposición individual en 1968.
Cuando poco tiempo después surge el proyecto de erigir un homenaje a la emigración de ultramar las primeras ideas apuntarán a esculturas clasicistas y es ahí cuando García de Sáez «plantea poner algo diferente en una España anticuada que necesitaba evolucionar». No solo se trataba de un alto cargo de Madrid, sino de una persona muy cultivada y viajada, que «por su personalidad y modernidad» tuvo gran influencia en la decisión del alcalde de Gijón, Ignacio Bertrand. «Y Bertrand y mi padre congeniaron muy bien». Hasta el punto de que cuando la obra se inauguró el 18 de septiembre de 1970 y fue diana de las críticas «Bertrand le escribía cartas apoyándole».
Muriedas recordó cómo su padre le planteó al regidor tres versiones y éste se decantó por la más desgarrada, curiosamente la que menos le gustaba al autor. Las otras las vendería posteriormente al escritor Álvaro Pombo y a un indiano de California.
Su charla arrancó, sin embargo, explicando un contexto familiar que, a su juicio, fue determinante en el proceso creativo de Muriedas, donde tienen gran presencia la mujer, la infancia, la familia y unos rostros caracterizados por la melancolía y un cierto halo de tristeza, un estilo encuadrado por los críticos de la época en el 'realismo mágico' más literario que artístico. La repentina muerte del padre, notario de profesión (tuvo plaza en Posada de Llanes), cuando Muriedas contaba siete años, lo cambia todo. Era una familia acomodada, pero la madre queda sola con seis hijos y falta enseguida liquidez para pagar los estudios. Ramón era el cuarto, pero el primer varón «y todos tuvieron que ponerse las pilas, con una madre que también empezó a tener problemas de salud». Esa sensación de pérdida estará presente en toda su obra.
También estaba familiarizado con la emigración, ya que su abuelo se marchó joven a Irlanda. Y, finalmente, con su propia experiencia vital, pues Muriedas decidió irse a Madrid con lo puesto a los 23 años.
Tras la experiencia de Nueva York, el éxito llega rápido y Muriedas, ya casado y con su vida asentada, evoluciona de la etapa más desgarrada a otra más armónica.
Exposición en Gijón
En 2018, Ramón Muriedas Mazorra habría alcanzado los 80 años. Se cumplen cuatro de su fallecimiento en su casa de Santander, donde se había retirado, y es la ocasión perfecta, concluyó su hijo, para homenajearlo con la exposición que tendrá lugar en la Casa Natal Jovellanos. Aún no hay fecha, pero sí la decidida intención de traer 25 piezas en bronce, «muy bien elegidas», que den lustre a su memoria.
Entrevista publicada en el diario LA NUEVA ESPAÑA por J.L.ARGÜELLES:
