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21/11/2012 - Conferencias
CICLO SOBRE LA MONARQUÍA ASTURIANA

Armando Besga: "Nepociano fue un rey asturiano legítimo de origen vasco"

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Localización: ATENEO JOVELLANOS

ARMANDO BESGA MARROQUÍN, profesor de Historia Medieval de la Universidad de Deusto, dedicó su conferencia del20 de NOVIEMBRE de 2012 a defender la figura de NEPOCIANO como monarca legítimo del Reino de Asturias. "De él sabemos pocas cosas: que su reinado fue breve, que fue totalmente legítimo -a pesar de que se le ha considerado injustamente como un usurpador-, y que era de origen vasco". El historiador intervino en el ciclo dedicado a la monarquía asturiana con una charla sobre “RAMIRO I Y NEPOCIANO”, de la que aquí les ofrecemos un amplio resumen.

 

"Nepociano es el monarca asturiano que menos tiempo reinó. Es también el peor conocido, pues prácticamente sólo sabemos de él lo que los cronistas asturianos quisieron decirnos en unos breves relatos que además resultan sospechosos y que, en realidad, están dedicados a Ramiro I, pues a Nepociano se le negó la condición de monarca. Como el análisis de la historia de Nepociano ha de basarse en esas informaciones de las crónicas asturianas, conviene comenzar recordándolas, puesto que, además, los detalles son de gran importancia.

Las fuentes
El relato más breve, y probablemente más objetivo, es el de la Crónica Albeldense que dice lo siguiente sobre el reinado de Ramiro I:


 “Ramiro reinó siete años. Fue vara de la justicia. Acabó con los bandoleros arrancándoles los ojos. Terminó con los magos por medio del fuego, y con admirable celeridad desbarató a los rebeldes. Primero venció a Nepociano junto al puente del Narcea, y así se hizo con el reino. En este tiempo vinieron a Asturias los primeros normandos . Más adelante, al mismo Nepociano y a otro rebelde, un tal Aldroito, les arrancó los ojos de la cara, y vencedor dio muerte al soberbio Piniolo. En el lugar de Liño construyó una iglesia y palacios, con admirable obra de bóveda. Y allí abandonó esta vida, y descansa en su túmulo de Oviedo, el primero de febrero de la era 888” .


 La versión Rotense de la Crónica de Alfonso III nos proporciona un relato más extenso del reinado de Ramiro I y, por ende, más informaciones sobre Nepociano:


“En la era 881, tras la muerte de Alfonso, es elegido Ramiro, hijo del príncipe Bermudo. Por aquel tiempo estaba ausente de su morada y se había trasladado a la provincia de Vardulia para tomar esposa. Cuando el dicho príncipe Alfonso partió de este mundo, Nepociano, conde de palacio, se hizo ilegítimamente con el reino. Cuando el príncipe Ramiro oyó lo ocurrido, se refugió en las partes de Galicia y en la ciudad de Lugo reunió un ejército. Mas, después de un breve espacio de tiempo, partió contra los ástures. Cuando Nepociano oyó de su venida, le salió al paso en un puente sobre el río que se llama Narcea con su ejército. Mas al entablarse el combate se vio abandonado de todos los suyos y sin tardanza se dio a la fuga; en la región de Primorias fue apresado por dos condes, Escipión y Sonna, y cegado. El rey Ramiro mandó que fuera encerrado en un monasterio, y en el hábito monástico terminó su vida. Por el mismo tiempo el pueblo de los normandos, antes desconocido para nosotros -un pueblo pagano e infinitamente cruel-, vino con una armada a nuestras tierras. Ante su llegada, el ya dicho rey Ramiro congregó un gran ejército, y en el lugar que se llama Faro de Brigancio les plantó batalla; allí dio muerte a gran cantidad de ellos y sus naves las aniquiló por el fuego. Pero otra parte que de ellos quedó se refugió en el mar y llegó a la provincia de la Bética. Entraron en la ciudad de Sevilla, y allí grandes masas de musulmanes, parte por la espada y parte por el fuego, fueron exterminadas. Al cabo de un año. y tras la expedición contra la ciudad de Sevilla, se tornaron a su tierra. Pero volvamos a nuestro asunto.


 El príncipe Ramiro ya tantas veces nombrado se vio muchas veces acosado por guerras civiles. Dos magnates, un prócer y el otro conde de palacio, se levantaron en su soberbia contra el rey. Pero cuando el rey conoció sus designios, a uno de ellos, cuyo nombre era Aldroito, ordenó que le sacaran los ojos. Y al otro, de nombre Piniolo, lo mató por la espada con sus siete hijos. Después de que descansó de las guerras civiles, edificó muchos edificios de piedra y mármol, sin vigas, con obra de abovedado, en la falda del Monte Naranco, a sólo dos millas de Oviedo. Con los sarracenos hizo la guerra dos veces, pero por gracia de Dios salió siempre victorioso. Tras el séptimo año de reinado, murió de muerte natural y descansa en su tumba en Oviedo” .
El relato de la redacción Ovetense de la Crónica de Alfonso III, que probablemente constituye una versión censurada de la Rotense, ofrece variaciones de interés, entre las que destaca la participación de los vascones en la guerra entre Nepociano y Ramiro I:


“En la era 881, tras la muerte de Alfonso, es elegido para el reino Ramiro, hijo del príncipe Bermudo. Pero por aquel tiempo se encontraba ausente en la provincia de Vardulia para tomar esposa. A causa de su ausencia aconteció que Nepociano, conde de palacio, usurpó ilegítimamente el reino. Y así Ramiro, cuando supo que su primo Alfonso había partido del mundo y que Nepociano se había hecho con el trono, se metió en la ciudad de Lugo, en Galicia, y se hizo con el ejército de toda la provincia. Mas, después de un breve espacio de tiempo, hizo irrupción en Asturias. Nepociano le salió al paso junto al puente del río Narcea, tras reunir una tropa de asturianos y váscones. Y abandonado sin tardanza por los suyos, se dio a la fuga y fue apresado por dos condes -a saber, Escipión y Sonna-, en el territorio de Primorias. Y así, tras recibir lo que merecía por sus obras, arrancados sus ojos, fue destinado a un monasterio. Y así, en tiempo posterior, llegan las flotas de los normandos por el Océano septentrional a la costa de la ciudad de Gijón, y de allí siguieron al lugar que se llama Faro de Brigancio. Cuando lo supo el ya nombrado rey Ramiro, envió contra ellos un ejército con sus generales y condes, y aniquiló a una multitud de ellos y quemó por el fuego sus naves. Pero los que quedaron de ellos irrumpieron en Sevilla, ciudad de España, y tras tomar de ellos botín, mataron por la espada y por el fuego a muchos musulmanes.
  Entretanto el príncipe Ramiro se vio muchas veces acosado por guerras civiles. Pues el conde de palacio Aldroito, que conspiraba contra el rey, fue cegado por mandato regio. También Piniolo, que fue después de él conde de palacio, se alzó en abierta usurpación contra el rey. Fue muerto por él junto con sus siete hijos. Entretanto el dicho rey fundó una iglesia en memoria de Santa María, en la falda del Monte Naranco, distante de Oviedo dos millas, de admirable belleza y hermosura perfecta y, para no referirme a otras de sus hermosuras, tiene una bóveda apoyada en varios arcos, y está construida solamente con cal y piedra; si alguien quisiera ver un edificio similar a ése, no lo hallará en España. Además edificó no lejos de la dicha iglesia palacios y baños bellos y hermosos. Mas también contra los sarracenos guerreó dos veces y salió vencedor. Y cumplido el séptimo año de su reinado, descansó en paz en Oviedo” .
 La información existente se completa con dos testimonios breves, pero de gran importancia. Uno es la mención de Nepociano tras Alfonso II en la Nomina Regum Catolicorum Legionensium, que certifica su condición de rey y nos proporciona el único dato sobre su parentesco (que, sin duda, está relacionado con su entronización): Deinde Nepotianus cognatus regis Adefonsi . El segundo testimonio se halla en un documento del año 863 del Cartulario de Santa María del Puerto en el que se menciona una sentencia dada en Oviedo por Nepociano, al que se da el título real de don, que también se otorga a Ordoño I en la calendación del diploma .

 

El problema de la legitimidad

 

 

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 Con semejante base documental, la historia de Nepociano sólo puede circunscribirse a la resolución de algunos problemas. Dos son los más importantes: la legitimidad del poder que alcanzó y su origen, cuestiones que están relacionadas. Además, son los únicos asuntos en los que la información existente permite profundizar.
 Como hemos visto, las crónicas asturianas presentan a Nepociano como un usurpador, que se habría alzado contra Ramiro I, sucesor legítimo de Alfonso II. La historiografía generalmente ha aceptado esta versión, que es la que aparece en la mayoría de las principales síntesis que se han publicado sobre el Reino de Asturias en el siglo XX  y en el único estudio monográfico que se le ha dedicado . En esa interpretación destacó C. Sánchez-Albornoz, pues ha sido el autor que más espacio ha dedicado a la defensa de la legitimidad de Ramiro I.
 Por eso, y por la gran autoridad que tiene D. Claudio en la historia del Reino de Asturias, conviene tomar sus argumentos como base de partida. Quizá el siguiente pasaje, en todo caso muy significativo, sea el que mejor refleje la posición que mantuvo este historiador:
“Lo ocurrido a la muerte de Alfonso II confirma cuanto acabamos de decir [sobre el carácter electivo de la monarquía asturiana]. Si el príncipe Silo hubiera subido al trono en razón de los derechos de su mujer [que es lo que afirma la Crónica de Alfonso III], ¿por qué Nepociano no fue rey? El caso era idéntico, mejor dicho, aún más favorable a Nepociano, pues Adosinda era prima del príncipe difunto y la mujer de Nepociano hermana del rey Casto, y, sin embargo, Silo ciñó sus sienes con la corona real y Nepociano fue vencido y arrojado del reino como cualquier vulgar usurpador . El trono seguía siendo electivo, las crónicas lo dicen claramente  Ramiro, hijo del rey Diácono y pariente lejano  del príncipe que acababa de gobernar Asturias, fue rey por haber sido elegido como tal. El cronicón trazado por la pluma de su nieto no deja lugar a dudas sobre ello . Ramiro estaba ausente de Oviedo cuando recayó sobre él la elección de la nobleza; Nepociano se hallaba en Asturias y, por la fuerza, se hizo designar soberano por alguna facción y se adueñó del trono. Pero fue derrotado y la corona se afirmó en las sienes de su hijo Bermudo I ¿Podríamos apetecer prueba más evidente de la perduración en el reino astur del sistema sucesorial electivo, que esa elección de Ramiro I, a la muerte de Alfonso II, cuando se hallaba lejos de su corte, y la posterior de Nepociano, por la violencia, a que parecen aludir las palabras del regio cronicón?”
No estimo exagerado asegurar que toda esta argumentación se reduce en realidad a un juicio de Dios, pues su única fuerza se encuentra en la victoria de Ramiro I lograda en el Narcea. Pero no se trata de un juicio de Dios, sino del veredicto de los vencedores, pues eso es, en realidad, el relato de los cronistas que escribieron una generación después. Y uno de esos autores –al menos así lo pensaba, con buen criterio, D. Claudio- es uno de los nietos del triunfador: Alfonso III, cuya legitimidad dependía de la de su abuelo. Dado que en el caso de que Ramiro I hubiera sido un usurpador la Crónica de Alfonso III difícilmente lo habría consignado, cabe sospechar, en principio, de la objetividad de su relato. Es más: los hechos acaecidos a la muerte del Rey Casto  podían tener implicaciones  que no convenía recordar en la época de Alfonso III y, por tanto, las reservas deben extenderse a todo el ciclo cronístico de su reinado. Varios indicios apuntan en ese sentido. El primero es la redacción deliberadamente  ambigua de la Crónica Albeldense, que no menciona la elección de Ramiro I, lo que parece confirmar estas sospechas . Los otros indicios son las sospechas que suscitan los relatos sobre la enigmática abdicación de Bermudo I  e, incluso, sobre el asesinato de Fruela I —que casi se justifica y del que se omiten datos importantes—, cuyo principal beneficiario fue Aurelio ; es decir, las narraciones relacionadas con los miembros que habían alcanzado la realeza de la rama familiar a la que pertenecía Ramiro I, que, como es sabido, no estaba llamada en principio a gobernar . Sospechas que se acrecientan si se recuerdan los silencios sobre el destronamiento de Alfonso II en el 801, del que nada dicen las dos versiones de la Crónica de Alfonso III, mientras que la Crónica Albeldense, que lo relata, no da noticia de los  responsables y beneficiarios del suceso, circunstancia excepcional que resulta aún más significativa si se tiene en cuenta que en este caso los conspiradores tuvieron éxito durante un tiempo, y que a principios del siglo IX resulta difícil imaginar que pudiera aspirar al trono alguien que no perteneciera a la familia real.
 C. Sánchez-Albornoz no dedicó ni una sola línea de las páginas que destinó a este asunto a cuestionar la veracidad de unos relatos tan interesados . Tampoco, que yo sepa, ninguno de los historiadores que han considerado a Nepociano un usurpador –y han sido casi todos- lo ha hecho. Tan improcedente como esta actitud, sería hacer lo contrario aplicando simplemente el principio del qui prodest. Para impugnar unos relatos que no pueden ser contradichos por otros, hay que justificar las sospechas. Y la verdad es que son muchas . Veamos:
1. La elección en ausencia de Ramiro I no sólo carece de precedentes , sino que, en principio, es difícil de creer, pues como dice el viejo refrán, que recuerda el propio C. Sánchez-Albornoz, “a muertos y a idos no hay amigos” . Extraña, por tanto, la facilidad con que Ramiro I habría obtenido la designación, por cuanto cabe suponer que  Nepociano –pariente del rey difunto, comes palatii y con un número importante de partidarios en la Corte (como demuestra la historia posterior)  habría aspirado, por lo menos, a la sucesión. Para superar esta dificultad, C. Sánchez-Albornoz se vio obligado a recurrir a la suposición de que el propio Alfonso II habría elegido a Ramiro I como sucesor, lo que no se basa en ningún fundamento .
2. Extraña que Ramiro I abandonara Oviedo en el 842 si tenía  esperanza de suceder a Alfonso II, pues éste ya contaba con ochenta años. C. Sánchez-Albornoz intentó explicarlo así:
“Habituados a su gloriosa senectud probablemente nadie creería en la inminencia de su muerte. Es inverosímil que en otro caso Ramiro se hallase en Castilla para contraer su segundo matrimonio” .
Pero este alegato sólo es una forma de salir del paso: Ramiro habría sido un imprudente si hubiese pensado como D. Claudio y, por tanto, como dice éste, la presencia de Ramiro en Castilla “es inverosímil” , a no ser que, precisamente, Ramiro intentara con ese viaje completar sus apoyos para triunfar en una sucesión que se presumía difícil. De hecho, a pesar de su presencia, no parece que Castilla le fuera favorable, pues tuvo que marchar a Galicia para encontrar partidarios que le ayudaran a derrocar a Nepociano .
3. Extraña también la facilidad con que Nepociano se hizo con el Poder si se tiene en cuenta que, según la Crónica de Alfonso III, la mayoría del Palacio era favorable a Ramiro. Además, según la misma fuente, Nepociano encontró el apoyo para su enfrentamiento con Ramiro en los astures: ¿qué pasó, por tanto, con la amplia mayoría que supuestamente había designado a Ramiro como rey? Las dificultades que entraña esta pregunta quedan patentes en la forzada explicación que dio C. Sánchez-Albornoz, que, a mi juicio, se le vuelve en contra:
  “El prestigio –digamos mejor la gloriosa memoria- de éste [Alfonso II] permitió empero a Nepociano reunir cohortes de asturianos para defender su flamante y usurpada corona. Esta adhesión de las gentes del centro y del oriente de la monarquía, muy vinculadas a la persona del Rey Casto, obligó a Ramiro a buscar su apoyo en Occidente, en Galicia” .
4. Extraña, finalmente, que Ramiro no encontrara en Castilla, donde se dice que estaba a la muerte de Alfonso II, partidarios si era el rey electo y designado por Alfonso II, y que, por ello, tuviera que trasladarse al otro extremo del reino para iniciar la conquista del trono. La extrañeza aumenta si se tiene en cuenta que Galicia fue con gran diferencia el territorio del reino astur que más rebeliones protagonizó antes y después del 842, lo que, por lo menos, no es un aval de la legitimidad de Ramiro I . C. Sánchez-Albornoz consideró que el apoyo que Ramiro I alcanzó en Galicia podría tener una explicación en el posible origen gallego de su primera mujer , pero aunque esta suposición fuera cierta no probaría nada sobre su legitimidad. Si lo haría la hipótesis de A. Cotarelo de que Ramiro habría sido asociado al trono hacia el 830 y recibido el gobierno de Galicia , lo que justificaría tanto el apoyo de los gallegos como la legitimidad de sus aspiraciones. Pero no sólo no hay pruebas de la asociación al trono de Ramiro I, sino de cualquier operación de ese género en toda la historia del Reino de Asturias . En todo caso, se trata de una suposición sobre otra suposición a la que no es necesario recurrir, porque el conjunto de las informaciones disponibles permite otra explicación mucho más fundamentada y verosímil .
 Pero la legitimidad de Nepociano no se sustenta sólo sobre las sospechas que suscitan los relatos de las crónicas asturianas. Puede probarse con dos evidencias:
1. La inclusión de Nepociano entre los monarcas de la Nómina real leonesa, que nos proporciona el dato de que era cognatus de su antecesor Alfonso II, lo que, además, es una razón para explicar su sucesión. El valor de esta fuente goza de un consenso generalizado  y, por tanto, la aparición de Nepociano entre Alfonso II y Ramiro I es una prueba de la realeza que disfrutó, pues es inimaginable un argumento en sentido contrario. C. Sánchez-Albornoz se limitó a señalar que ésta fue la única gloria que alcanzó Nepociano:
“Su única gloria fue póstuma. La de que un analista, alrededor de un siglo después de la tragedia, incluyera su nombre entre la serie de reyes de Oviedo y de León anteriores a Ramiro II”
Pero este comentario no es sino una prueba más de cómo los prejuicios han condicionado la interpretación del reinado de Nepociano hasta el punto de dar una completa vuelta a los argumentos, porque evidentemente si Nepociano no hubiera sido rey no habría sido posible semejante reconocimiento.
2. La sentencia que Nepociano otorgó en Oviedo a favor de Rebelio y que ejecutó éste en Santoña por medio de sayones . Esto no prueba sólo que Nepociano reinó efectivamente en Oviedo y que su autoridad alcanzaba los confines orientales de su reino , sino que gobernó legítimamente, pues el hecho de que la parte perjudicada, que tenía además razón, no recurriera ante Ramiro I ha de interpretarse en el sentido de que la decisión de Nepociano era jurídicamente correcta por haber sido entonces el verdadero rey legítimo .

 

 

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Dado que estas pruebas no han parecido tales a tantos historiadores, cabe completar la argumentación para no dejar dudas y zanjar definitivamente la cuestión con una serie de indicios que avalan la legitimidad de Nepociano:
1. Nepociano fue pariente de Alfonso II. Luego discutiremos en qué grado, ahora hay que enfatizar la importancia de este dato escamoteado  por las crónicas escritas durante el reinado de Alfonso III. Para comprender su importancia hay que tener presente que, en realidad, C. Sánchez-Albornoz elaboró su defensa de la legitimidad de Ramiro I sobre la base de su parentesco con el Rey Casto y las buenas relaciones de éste con el padre de aquél (planteamiento extensible a todos los que han manifestado la misma opinión). Pues bien, Nepociano era también pariente de Alfonso II y probablemente más cercano que Ramiro I, que era sólo primo segundo . No invalidaría este planteamiento que Nepociano sólo fuera cuñado de Alfonso II, como se ha supuesto habitualmente, porque la monarquía asturiana ya había conocido la sucesión del trono entre cuñados. Es más: la fortuna de la descendencia de Pedro de Cantabria, que en principio no estaba llamada a gobernar, se debió a una sucesión de ese tipo en lo que podríamos llamar momentos fundacionales (y constituyentes, en un reino que no redactó nuevas leyes), la de Alfonso I, que sucedió a Favila. Luego, como es sabido e indican claramente las crónicas, Silo (774-781) obtuvo el trono por su matrimonio con la hermana de Fruela I (757-768), aunque no sucedió directamente a su cuñado . Ciertamente, C. Sánchez-Albornoz se refería a que Ramiro I era el pariente más cercano en su familia paterna. Y consideraba, como han hecho la mayoría de los historiadores, que el Rey Casto había mantenido unas buenas relaciones con Bermudo I, al que tenía que estar agradecido por haberle cedido el trono en el 791. Pero el asunto no tan está claro. Una cosa es segura: la familia paterna fue la causa de las desgracias de Alfonso II en su niñez y juventud. Su tío paterno, Vimara, conspiró contra su padre Fruela I, que, finalmente, fue asesinado por una facción de la que formaban parte miembros de la familia de Ramiro I. La entronización del tío de éste, Aurelio, no sólo privó a Alfonso II del trono, sino que le obligó a refugiarse en el monasterio de Samos , e incluso su vida pudo correr peligro. Después, en el 783, su tío paterno Mauregato le impidió acceder nuevamente al trono, y el Rey Casto tuvo que refugiarse en Alava entre los parientes de su madre . Importa subrayar que esos reinados fueron posibles por el apoyo de una aristocracia que parece haber tenido como objetivo que el hijo del único rey asesinado de la historia asturiana no alcanzara el poder. Y esa misma aristocracia apoyó a Bermudo I, cuyo reinado también retrasó la entronización del Rey Casto. Ciertamente, la Crónica de Alfonso III resalta las buenas relaciones entre Bermudo I y Alfonso II. Pero hay sobrados motivos para sospechar de esta noticia, que, desde luego, era la que convenía cuando se redactaron las crónicas. La abdicación de Bermudo I en el 791 ya es en principio sospechosa, pero el modo en que se redactó este acontecimiento, lo es más, pues sabemos que los cronistas censuraron el desastre de la batalla de Burbia, acaecida sólo unos días o semanas antes de la entronización de Alfonso II. El único interés de los cronistas por este suceso, que les resultó embarazoso narrar, se centra en dejar clara la voluntariedad de Bermudo I (aunque cuando se da un motivo, su condición de diácono, no resulta realmente tal), y para los redactores de la Crónica de Alfonso III la amistad entre éste y su sucesor (aunque la versión Rotense nos diga que aquél murió en el mismo año 791, que, error o no, es la única fecha que tenemos para datar su fallecimiento) . Además,  sabemos que Alfonso II fue derrocado y encerrado en un monasterio en el 801; la censura evidente de esta noticia y el hecho de que resulta difícil imaginar que en esta fecha pudiera aspirar al trono alguien que no formara parte de la familia real indican que el golpe de Estado tuvo que estar protagonizado por algún pariente por línea paterna del Rey Casto, de la que sólo conocemos en esta época la rama a la que pertenecía Ramiro I . No hay la base necesaria para convertir estas sospechas en certeza y, por tanto, concluir que las relaciones entre Alfonso II y la familia de Bermudo I fueron malas, pero lo dicho es suficiente para considerar que no puede probarse que fueran buenas , lo que hasta la fecha ha constituido, en realidad, el principal argumento de la legitimidad de Ramiro I . En cambio, está claro que las relaciones entre Alfonso II y su familia materna, que le protegió y con la que pasó un período decisivo de su vida, debieron de ser buenas. Y en una época en la que los reyes encontraban sus principales colaboradores en sus parientes no puede caber duda de que el Rey Casto los hallara entre los miembros  vascones de su familia, entre los que Nepociano pudo ser sólo el más importante .
2. El que Nepociano fuera el comes palatii de Alfonso II no sólo confirma lo que acabo de escribir, sino que es un indicio de importancia que apunta a que este hombre de confianza del Rey Casto era su candidato a la sucesión. Ciertamente, los problemas que presenta la interpretación del comes palatii en el reino astur permiten distintas hipótesis . Pero es evidente para todos que ese cargo era el más importante del Reino de Asturias en esta época. Por consiguiente: no habiéndose probado hasta la fecha que hubiera habido a asociaciones al trono en el reino astur y teniendo en cuenta la historia del propio Alfonso II (al que sus tíos Silo y Adosinda, sin descendencia prepararon su sucesión al trono encomendándole la dirección del Palacio ), cabe concluir que la condición de comes palatii de Nepociano avala la legitimidad de su reinado .
3. Nepociano contó con el apoyo de astures , cántabros  y vascones, es decir, que su autoridad fue aceptada en casi todo el reino, salvo en la levantisca Galicia, lo que difícilmente puede explicarse como el resultado de un golpe audaz o de una revolución palaciega, como señaló J.E. Casariego.
4. La Crónica Albeldense, que presenta una redacción de calculada imprecisión, hace rey a Ramiro I en función de su victoria en Narcea . El mismo C. Sánchez-Albornoz juzgó el asunto de la misma manera, pues en un trabajo titulado Iam factus rex  interpretó estas palabras de la Crónica de Alfonso III  en el sentido de que Ramiro I se convirtió en rey tras la victoria en Narcea , a pesar de no ser ése el significado de semejante expresión .
5. La Crónica Albeldense concede sólo siete años de reinado a Ramiro I, la  Crónica de Alfonso III da a entender que reinó siete años justos, y un manuscrito más tardío de la Nomina Regum Catolicorum Legionensium le otorga siete años, ocho meses y diecinueve días. Si Alfonso II falleció el 20 de marzo del 842  y Ramiro I murió el 1 de febrero del año 850 , resulta que el tiempo transcurrido entre ambos sucesos es menor del que se concede al reinado del segundo en cualquiera de los cómputos. Como muy pronto Ramiro I habría comenzado a reinar el 12 de junio del 842  (y como muy tarde el 1 de febrero de del 843 ). Por tanto, hay que intercalar entre los reinados de Alfonso II y Ramiro I el breve gobierno de Nepociano, lo que significa que se habría considerado ya en tiempos contemporáneos que el reinado de Ramiro I comenzó después de su victoria sobre Nepociano, como he indicado anteriormente. En esa misma dirección apunta el hecho de que la Crónica de Alfonso III sitúe la muerte de Alfonso II en el 843, cuando ninguna otra fuente lo hace en fecha tan avanzada. Sea el fruto de un error o de una manipulación , esa fecha tardía parece ser el resultado del intento de conciliar la data de la muerte de Alfonso II y la supuesta elección de Ramiro I con el comienzo verdadero del reinado de este último, que todo indica que hay que situar tras la derrota de Nepociano.
6. Las rebeliones del reinado de Ramiro I pueden estar relacionadas con la falta inicial de legitimidad de su Poder, como ya señalaron A. Barbero y M. Vigil . Y es que  significativamente el reinado de Ramiro I, dada su brevedad, puede considerarse con diferencia como el más turbulento de la historia del Reino de Asturias, y alguna explicación habrá que dar a este hecho . También el reinado de Ramiro I es el más importante en la historia de la arquitectura asturiana hasta el punto de que ha dado lugar a un período concreto, el Arte Ramirense, que constituye tanto la etapa más esplendorosa del arte hispanocristiano altomedieval como la manifestación artística más valiosa de su tiempo en Europa por haber conseguido un abovedamiento completo de los edificios anticipando, con casi dos siglos de antelación, el sistema propio del Románico. Es tentador relacionar el ambicioso programa constructivo de Ramiro I con el deseo y la necesidad de ganar prestigio: con la edificación del maravilloso  y singular  palacio de Santa María del Naranco, ¿intentó Ramiro I aparecer ante sus súbditos como un auténtico rey ?
 Por consiguiente, se puede afirmar que todo apunta a que Nepociano fue el rey legítimo, salvo el dato de la elección de Ramiro I tras la muerte de Alfonso II. Pero esta noticia no constituye realmente ninguna objeción. No aparece en la Crónica Albeldense, que, en principio, es el relato más fiable, y no da ninguna razón de por qué Ramiro I era el sucesor legítimo del Rey Casto cuando murió éste. Está torpemente narrada en la versión Rotense de la Crónica de Alfonso III hasta el punto de hacerla increíble, como reconoció C. Sánchez-Albornoz, que creyó en su veracidad. Y aunque la redacción Ovetense, la menos inocente, corrigió, como en otras ocasiones, semejante deficiencia, la historia continúa siendo inverosímil y sin precedentes. Y, sobre todo, resulta muy sospechosa no sólo por venir de quien viene, sino porque sobre todo, a tenor de los acontecimientos que había que narrar, la única forma de que Ramiro I apareciera como un monarca legítimo era introducir una elección inicial , aunque fuera tan inverosímil como la causa aducida para explicar la abdicación de su padre, también silenciada por la Crónica Albeldense y  narrada torpemente por la versión Rotense, aunque la solución dada por la Ovetense siguió siendo increíble .  Finalmente, importa señalar que no se ha tratado de corregir unas fuentes, empresa siempre difícil, sino de optar entre unas que presentan a Nepociano como rey legítimo y otras que le niegan esa condición.

 

La cuestión del origen

 

 

 

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La otra cuestión que podemos plantearnos sobre Nepociano con las fuentes que tenemos es la de su origen. Y ésta depende de la información proporcionada por la Nomina Regum Catolicorum Legionensium de que Nepociano era cognatus de Alfonso II, noticia que no ha sido impugnada .
Ese vínculo familiar ha sido considerado generalmente como el de cuñado. Pero en 1969, J.E. Casariego, en la única monografía dedicada hasta la fecha al rey Nepociano y en el primer estudio de la cuestión que se ha realizado sobre su origen, señaló que el término “cognatus” había que entenderlo en el sentido del latín clásico, es decir, como pariente consanguíneo, y, más concretamente, por línea materna, de tal forma que Nepociano sería un personaje de ascendencia vasca . Sin embargo, esta hipótesis, a pesar de que ha sido la única fundamentada, ha sido generalmente ignorada, mas no impugnada (salvo reciente excepción). Pero, a mi juicio, más importante es que el razonamiento de J.E. Casariego ha sido reforzado por Y. Bonnaz con nuevos argumentos  y aceptada por J.I. Ruiz de la Peña en la última síntesis importante que se ha publicado sobre el Reino de Asturias .  Y, sobre todo, ha sido revalidada por el exhaustivo estudio realizado para su tesis doctoral por Manuel Angel Bermejo de la documentación sobre el parentesco entre los siglos VIII y XIII en el ámbito del Reino de Castilla, pues, como ha señalado este autor, la utilización del término de “cognatus” con el sentido de “cuñado” no se registra hasta mediados del siglo XI y en la documentación del siglo X la palabra sigue apareciendo con el sentido del latín clásico .
 Sin embargo, hay que señalar que en 1999 Amancio Isla Frez ha intentado impugnar esta interpretación en una nota a pie de página, cuya argumentación conviene reproducir íntegramente. Refiriéndose al estudio de J.E. Casariego dice:
“no está claro en absoluto en el año 900 [el significado de cognatus]. No es imposible que cognatus pueda haber significado un pariente de cualquiera de las dos partes, pero en el Liber Iudiciorum 14, 2, 18 y en Braulio, Ep., 28 (ed. Madoz, Epistolario de S. Braulio de Zaragoza) significa cuñado” .
Sin embargo, la prudencia demostrada en este planteamiento contrasta con la rotundidad expresada en el texto: “cuñado es el significado normal de cognatus en el tiempo en el que se escribió la Nómina, esto es, en las primeras décadas del siglo X” .
 Los dos testimonios aducidos por A. Isla Frez no son suficientes para alcanzar semejante conclusión . Son muchos más los textos que se pueden alegar en sentido contrario. En el mismo Liber Iudiciorum, que alude en dos ocasiones a las cognationes, hay una mención del término “cognati” mucho más importante (pues se inserta en una explicación de los grados de parentesco) y clara que la utilizada por A. Isla Frez, en la que esa palabra se emplea con el indiscutible sentido de pariente, ya que trata de definir a los que lo son en séptimo grado: “Septimo grado qui sunt cognati recta linea infraque propiis nominibus non appellatur” . Pero el testimonio más claro (y trascendente para el habla posterior) es el de San Isidoro, pues en el capítulo De agnatis y cognatis de las Etimologías, tras tratar de los agnados, da una definición clara de los cognati: “Se denominan cognati los que tienen un vínculo familiar de cognación. Ocupan un grado inferior a los agnados porque proceden por vía femenina y no son agnados, sino simplemente cognados por derecho natural” . Mucho más significativo aún es que en ese mismo capítulo, tras hacer una lista interminable de nombres de los distintos parientes, el santo hispalense escribiera: “La esposa del hermano se denomina fratrissa. El hermano del marido se llama levir. Las esposas de dos hermanos se llaman entre sí ianitrices. El marido de la hermana no tiene nombre especial, ni tampoco el hermano de la esposa” . Para valorar adecuadamente este testimonio con respecto a la mención incidental de “cognatus” por San Braulio, conviene recordar que, cuando tras muchos años de retraso y varias cartas, San Isidoro mandó un ejemplar a San Braulio de las Etimologías, el santo hispalense le pidió que lo corrigiera: “Codicem Ethymologyarum cum aliis codicibus de itinere transmisi et licet inemendatum prae valitudine tamen ibi modo ad emendandum studueram oferre si ad destinatum concilii locum pervenissem” .  También “cognati” significa “parientes” en los concilios visigodos, en los que hay catorce referencias, aunque todas ellas corresponden al XV Concilio de Toledo; por eso,  J. Mellado Rodríguez, en su estudio Léxico de los concilios visigóticos de Toledo, ha podido escribir que cognatus significa “unido por la sangre, pariente” . A ello hay que añadir que, como señaló Y. Bonnaz, en la única ocasión que aparece el término “cognati” en la documentación del reino astur éste tiene claramente el significado de pariente; el diploma, además, es del año 900, es decir, una fecha muy cercana a la de composición de la  Nomina Regum Catolicorum Legionensium . Si a todo esto se añade que, como ya se ha señalado, el triunfo del significado de “cuñado” para la palabra “cognatus” no se puede documentar hasta mediados del siglo XI, hay que concluir que ése no es el sentido más probable del término empleado por la Nómina real leonesa .
 Pero, si pese a todo, se considerara que los argumentos enunciados no permiten pronunciarse por uno u otro sentido de la palabra “cognatus”, hay que indicar que existen otras razones para terminar con el presunto empate.
 La primera razón es que no hay constancia de la existencia de una hermana de Alfonso II, cuyo nombre ni siquiera se conoce .
 No obstante, hay que reconocer que, en principio, es más probable que Alfonso II llegara a tener una hermana, e incluso que hubiera alcanzado la edad suficiente como para poder casarse. Pero es muy improbable que este personaje, de haber existido, hubiese sobrevivido hasta el año 842 y contara, por tanto, con unos ochenta años. E imposible, me atrevo afirmarlo, que también viviera su esposo, nuestro Nepociano, que contaría con una edad parecida . Las miserias de la vida de entonces, que convertían a “la ancianidad en un feliz accidente”, como ha dicho P. Chaunu para una época más favorable, impiden considerar la posibilidad de que pudiera existir semejante grupo de octogenarios en el ámbito reducido de una misma familia . Ciertamente, se puede alegar que no sería necesario que la hermana del Rey Casto estuviera viva en el año 842 , aunque la empresa de Nepociano habría sido mucho más difícil de ser viudo (¿sin hijos?). Pero también se puede alegar que la edad que hubiera tenido ese Nepociano no parece adecuada para la lucha que protagonizó, ni para sobrevivir a la horrible y peligrosa mutilación que sufrió cuando fue derrotado .  Un Nepociano con otro parentesco con el Rey Casto evita estos problemas que, en el mejor de los casos, tienen mala solución.
 En una época de fidelidades dudosas nada más normal que un monarca encontrara sus principales colaboradores en la familia. Sabemos que la familia materna de Alfonso II era importante, pues no sólo consiguió emparentar con la realeza asturiana, sino que, además, protegió al Rey Casto durante el reinado de Mauregato. Nada más normal también que Alfonso II regresara a Asturias acompañado de miembros de su familia, en los que hemos de suponer también ambiciones. Si, como hemos visto, el Rey Casto tenía más motivos para estar agradecido a su familia materna que a la paterna, origen de todas sus desgracias, nada más verosímil que suponer que encumbrase a los miembros de su parentela alavesa, y que éstos trataran de aprovechar la ocasión. Si el cargo de comes palatii, como parece, era el más importante, nada más verosímil que lo confiara a un miembro de su familia materna. Pero esta cadena de verosimilitudes, a las que nos vemos obligados a recurrir ante las penurias de la documentación, se rompe si suponemos que en una monarquía cuyo rey tenía ochenta años, el comes palatii también contaba con una edad semejante, que en el siglo IX se llevaba peor que ahora. Esto habría convertido al Reino de Asturias en una gerontocracia difícil de admitir en condiciones normales, e inverosímil en un Estado abocado a la guerra y en el que la principal función de la monarquía era la guerra. No: lo lógico es que Alfonso II en el final de su reinado hubiera buscado su hombre de confianza en un individuo más joven de su familia materna, y más cuando probablemente habría pensado en él como sucesor, como estimo haber demostrado. Un indicio más en ese sentido es la importancia que se dio a Munia en las crónicas asturianas. Que se conozca su nombre ya es significativo, pues dichas crónicas ignoran habitualmente el nombre de las reinas. Curiosamente, sólo citan el de aquellas que permitieron reinar a quienes no estaban llamados a hacerlo: Ermesinda a Alfonso I y Adosinda a Silo. ¿No será este el caso también de Munia, tercera y última reina citada, con respecto a Nepociano? Más aún: Munia es el personaje femenino del que se cuenta algo (y con diferencias significativas según el grado de manipulación que suponemos en las crónicas), y el único que no pertenecía realmente a la familia real. ¿Cabe interpretar semejante importancia como el resultado de que estuvo a punto de haber dado lugar a una nueva dinastía? Sólo puedo decir que no es necesario recurrir a este argumento para demostrar el origen vasco de Nepociano, que es de lo que se trata ahora .
 Finalmente, ese origen de Nepociano tiene un argumento importante en el apoyo que recibió de los vascones .  Conviene justificar y precisar este razonamiento. La ayuda que recibió Nepociano de los vascones no puede compararse con las intervenciones que protagonizaron en los conflictos del Reino Visigodo, pues en esos casos los vascones ayudaron a los rebeldes o se aprovecharon de la situación creada por las luchas internas . Ahora los vascones apoyaron al rey legítimo y estaban integrados en el Reino de Asturias . Ciertamente, estas dos circunstancias bastarían para justificar el apoyo que dieron a Nepociano. Pero el que fueran hasta el Occidente de Asturias para arriesgar sus vidas demuestra un entusiasmo sin precedentes que indica que pudo haber algo más. Esta impresión puede tener una confirmación en el rechazo que manifestaron después a la familia reinante. Como vimos, es muy probable que la autoridad de Ramiro I no fuera aceptada por los vascones. Pues bien, tanto Ordoño I como Alfonso III tuvieron que someter a los vascones en los comienzos de sus reinados. Para valorar adecuadamente estos hechos hay que situarlos en su auténtico contexto y no partir del tópico de los indómitos vascones, dispuestos a rebelarse en cualquier momento . Y ese contexto es que los vascones sólo protagonizaron tres rebeliones contra los reyes astures (la otra, que fue la primera, se produjo contra Fruela I y dio lugar al matrimonio del monarca con Munia) y que las dos citadas son las últimas de la historia del País Vasco . Sea como fuere, no parece suficiente recurrir al hecho de que Nepociano estaba casado con una medio vasca para explicar el apoyo que recibió de los vascones, pues gracias a Ibn Hayyan sabemos que las vinculaciones familiares de Ramiro I con miembros de este pueblo eran mayores, pues era primo de García López, un vascón tan importante como para ser citado por un cronista musulmán entre los caudillos enemigos muertos en la batalla de Wadi Arun .  El apoyo vascón a Nepociano se explica mejor si éste también lo era, como apuntan tantos indicios. Así, tendríamos también una explicación para la oposición que mostraron a Ramiro I y sus sucesores, hasta que Alfonso III desposó con una vasca, Jimena, y tuvo hijos medio vascos, al primero de los cuales dio el significativo nombre de García .
 Aunque parte de los razonamientos anteriores son meras conjeturas, los indicios que acabo de argumentar son suficientes para considerar que la Nómina real leonesa empleó la palabra “cognatus” con el sentido de pariente, que es el significado normal en las fuentes hispanas de la segunda mitad del primer milenio y que, por tanto, Nepociano fue un personaje de origen vasco .
 Además, no se puede oponer ningún argumento a esta deducción. No lo es el nombre latino de Nepociano, como ha sugerido A. Isla Frez , pues hasta mediados del siglo IX la inmensa mayoría de la antroponimia conocida del País Vasco no es de origen vasco . Visto que no existen objeciones, parece que la razón o, por lo menos, la razón fundamental para no admitir el origen vasco de Nepociano es la presunta inverosimilitud de la existencia de un monarca asturiano de semejante origen. Pero no hay fundamento para sostener semejante apriorismo, basado realmente en una imagen tópica de los vascones. Es más: una monarquía que había tenido un monarca medio vasco y una reina vasca, podía tener perfectamente a continuación un soberano vasco. Son fenómenos que suelen suceder a las monarquías hereditarias que han utilizado el matrimonio para extender y consolidar su poder .
 Por consiguiente, la hipótesis de que Nepociano era sólo el cuñado de Alfonso II se fundamenta únicamente en los dos textos del siglo VII aducidos por A. Isla Frez, que es muy poco frente a todo lo que puede argüirse en sentido contrario. Pero aún en el improbable caso de que Nepociano hubiera sido el cuñado del Rey Casto, no podría descartarse su origen vasco, al que apuntan todos los datos, pues es conocida la frecuencia en esta época de los matrimonios entre primos, que la Iglesia trataba de impedir, y porque de haber existido la hermana de Alfonso II lo más verosímil es suponer que también pasó su juventud en Alava, es decir, la etapa en la que es más probable situar su presunto matrimonio .

 

Conclusiones
 Después de estos exhaustivos análisis, cabe deducir dos conclusiones. La primera me parece incontestable: Nepociano fue un rey legítimo y, por tanto, Ramiro I un usurpador, en principio . Otra cosa es que Ramiro I pudiera considerarse el monarca legítimo por ser, en una monarquía hereditaria, el miembro de la familia reinante con más derechos para la sucesión . Además, la victoria en el Narcea le dio una legitimidad incontestable en una monarquía que continuaba tradiciones hispanogodas, entre las que se encontraba, como es sabido, la legitimidad que daban los triunfos, que convertían a los que en principio sólo eran tiranos en reyes .
 La segunda conclusión es que el rey Nepociano fue un miembro de la familia materna de Alfonso II y, por tanto, vasco. Pero en este caso la naturaleza de las fuentes impide alcanzar el grado de certeza logrado en la primera conclusión. Por consiguiente, sólo me atrevo a afirmar que la propuesta del origen vasco de Nepociano no sólo es la más razonable, sino la única que se puede fundamentar .  Y esto no es poco, pues, dada la información que poseemos, gran parte de la historia del Reino de Asturias que conocemos se compone de afirmaciones semejantes .
 Si esto fue así, como todo parece indicar, la guerra entre Nepociano y Ramiro I podría interpretarse -dado que ambos supieron convertir sus ambiciones personales en empresas colectivas- como una conflagración entre las distintas regiones del Reino de Asturias, ya que Vasconia y Galicia no sólo eran sus territorios extremos, sino sobre todo los dos extremos opuestos de su espectro social . Por ello –y esto es más importante- cabe preguntarse en qué medida el triunfo de Galicia , la región más romanizada y germanizada y con una estructura social más jerarquizada, cambió la historia del reino astur, que tras el breve y conflictivo reinado de Ramiro I entró en su apogeo. De hecho, la expansión territorial conoció a partir de entonces su impulso definitivo con el inicio de lo que se ha llamado “Repoblación oficial”, comenzada por Ordoño I tras la pacificación del reino; el “neogoticismo” alcanzó su apogeo; lo que se ha llamado “feudalización” se desarrolló de una manera muy importante; y la monarquía adquirió unos caracteres tales que nadie duda ya de que se trate de un auténtico Estado. Pero la guerra civil entre Nepociano y Ramiro I y sus consecuencias bien merece un estudio monográfico por alguien que se sienta más capacitado. Unicamente deseo hacer constar para terminar que ese conflicto, una vez más, viene a cuestionar en qué medida el Reino de Asturias fue el “Asturorum Regnum”" .

 

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